Él también estaba muy contento al saber que tantas personas le esperaban.
Había muchos objetos en la habitación donde nacen los bebés y todos los objetos eran nuevos para él. Abrió sus ojos lo más que pudo para ver todo todito lo que estaba a su alrededor.
Vio muchas personas, muchos aparatos extraños y pudo ver que en el mundo había colores diferentes.
También notó que todas las personas usaban telas con estampados para envolverse el cuerpo — ¡y cómo no hacerlo! —se dijo a sí mismo. Con ese frío solo pensaba en que le pusieran pronto una bonita ropa para bebé...
Y así fue. Su familia ya había elegido una hermosa ropita y toda era de color azul.
La mamá de Andrés dijo:
—Andrés es un niño ¡tenemos que ponerle ropa azul!
Y las personas de la sala estuvieron de acuerdo.
Andrés se sorprendió porque había muchos colores en el mundo y a él le tocaba justo el azul. Pero en todo caso, el color azul le pareció bonito.
Cuando miraba hacia arriba, estaba el cielo que era azul como su ropa. Y cuando conoció el mar, también se alegró de ver que el agua era tan azul como el cielo, como su ropa y como las cosas azules en su dormitorio.
Andrés comenzó a crecer y un día cumplió 4 años de edad. Le realizaron una gran fiesta de cumpleaños en la que había un enorme pastel que se veía muy delicioso ¡Qué emoción! No se cumple 4 años todos los días.
Pero la torta era azul como su ropa. Los globos y las sillas también eran azules. Todos los elementos de la fiesta eran tan azules que apenas podían distinguirse unos de otros. Todo era tan azul como siempre lo había sido.
...Y entonces, de repente empezó a ver todo azul. Ya no existían otros colores para él. Sus manos se veían azules, su cabello era también azul. Cuando su papá cocinaba la cena era siempre azul; y hasta su familia empezó a hablar en azulesco.
El papá de Andrés preguntaba:
—¿Azul azul azul?
—Azul, azul— respondía la mamá de Andrés.
Un día, Andrés vio en el parque a un niño que no era azul. El niño no azul tenía el cabello de todos los colores. Un pedacito era verde, otro mechón era rosado, y tenía pequeñas mechas de varios colores. Incluso las pecas y lunares del niño eran todas de diferentes tonalidades.
Andrés pasó un buen rato contando las pecas de la cara del niño y se acercó para decirle:
—Tienes 1 peca azul… 2 pecas blancas, 3 pecas verdes, 4 pecas moradas, 5 pecas amarillas, 6 pecas grises…
El niño continuó:
—Y 7 pecas negras, y 8 pecas naranjas, 9 pecas rojas y 10 pecas de colores aún no conocidos.
Andrés y el niño no azul se hicieron amigos. Salían a jugar y pasaban horas contando los objetos de cada color que había en el mundo. Empezaron a hacer una enorme lista e incluso descubrieron colores nuevos.
Cuando Andrés llegaba a la casa, su papá le preguntaba como siempre:
— ¿Azul?
Y un día Andrés respondió:
—Azul y azumadrado; y amarillo, y violeta, y también un poquito de floripepiado.
El papá de Andrés se asustó y llamó a la mamá de Andrés para que le explicara qué era lo que estaba diciendo su hijo:
—Sí, mamá. El sol es amarillo y la luna blanca; la sangre es roja y hasta cuando llueve sale el arcoíris que tiene 7 colores. —le indicó Andrés.
La mamá de Andrés y el papá de Andrés se miraron asombrados, y Andrés continuó:
—Está el azul y también muchos otros colores que me gustan.
Andrés y toda su familia conversaron y decidieron que la ropa de niño, que siempre había sido azul y solo azul, pasara a ser de diferentes colores; porque al fin y al cabo, Andrés era un niño viviendo en un mundo de colores.
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